19 de diciembre de 2009

Cine Om -Avatar de James Cameron-


En un mundo como el que vivimos hoy en día, en pleno auge de internet y las nuevas tecnologías, el cine está empezando a mostrarnos que puede dar de sí en este siglo XXI. Su apuesta por técnicas como el 3D viene auspiciado por la necesidad de las grandes productoras y compañias por encontrar una fórmula que les permita esquivar el problema de la piratería y la fuga de espectadores de las salas de cine. Cuando se trata de explorar nuestras tendencias o de hacer el más difícil todavía, sin duda, James Cameron es el director que todos tenemos en mente. Con el estreno de su última película, después del ya lejano 1997 en que Titanic arrasaba con todo, Avatar se presenta como una producción que viene a revolucionar definitivamente el cine tal como lo hemos conocido hasta ahora. Avatar es una película que James Cameron ha tenido en mente desde hace 15 años y que no ha sido hasta ahora, cuando la tecnología lo ha permitido, que hemos podido asistir al nacimiento de este mundo concebido por el director de origen canadiense. Este siempre espectacular y efectivo director y creador, con películas en su filmografía como Aliens, Abyss, Mentiras Arriesgadas o Terminator, nos ofrece la posibilidad de ver, en apariencia, algo nunca visto.

Avatar es la historia de Jake Sully, marine de los Estados Unidos parapléjico, reclutado después de la muerte de su hermano para el proyecto Avatar llevado a cabo en Pandora una de las lunas del planeta Polythemis donde existe una raza de seres evolucionados y de costumbres totémicas que se hacen llamar Na´vi. Los humanos destinados al planeta tienen el objetivo de hacerse con un mineral de precio incalculable que se encuentra, justamente, bajo el poblado de los Na´vi. La diplomacia, hasta ahora, ha sido inútil debido a sus diferentes y encontradas visiones de la vida y de su mundo y las dos facciones se encuentran en las postrimerías de una guerra. Para evitar esto último el equipo científico de la Dra. Grace Augustine que forma parte de la expedición ha desarrollado una importante tecnología para transferir la conciencia humana a unos cuerpos huéspedes Na´vi desarrollados a través de la ingeniería genética (los avatares que dan nombre a la película) y de esta manera comunicarse con la raza alienígena de piel azul. Jake Sully será uno de los miembros del equipo que experimentará lo que supone convertirse en un Na´vi sobretodo después de conocer accidentalmente a Neytiri, la princesa del pueblo Na´vi, que le enseñará las costumbres y tradiciones de su comunidad. Poco a poco Jake Sully empezará a conocer el fantástico mundo de Neytiri y a ganarse el corazón de esta hasta verse atrapado y dividido entre dos mundos que están a punto de entrar en colisión.

Avatar es una película con un evidente y destacado mensaje ecológico y antibelicista donde la propia "red" natural donde se conectan la raza de los Na´vi parece una metáfora del pretendido poder que las redes sociales tienen hoy en día y como estás pueden convertirse en una parte determinante para guiar las políticas y decisiones de los dirigentes del mundo y de las grandes corporaciones que cada vez más parecen llevar nuestros destinos hacía una era de capitalismo salvaje. Aunque, en este aspecto, la película podría acogerse a otras interpretaciones e ideas. La cuestión es que el mensaje a favor de la naturaleza y del medio ambiente en Avatar es muy claro y James Cameron consigue que incluso resulte en un espectáculo por momentos emotivo y en otros épico sobre todo cuando la estética de videojuego resulta menos dañina. Respecto al guión definitivamente este no es uno de los aspectos más llamativos de Avatar, aunque James Cameron consigue exprimirlo al máximo a pesar de sus tópicos y su falta de pretensiones en ocasiones, poniendo toda su fuerza en el mensaje verde y los efectos especiales algo, por otro lado, en lo que siempre han destacado las películas de este director conocido por su mentalidad de pionero más que de director de cine.

Dicho esto Avatar no es la revolucionaria película que se nos ha querido vender, ni siquiera en su aspecto visual, pues su tratamiento 3D no resulta esencial para ver la película en su máxima plenitud, es más pierde matices como el color, ni la técnica en sí muestras recursos aplicados a la narrativa ni esta difiere en casi nada de lo que hemos podido ver en otras películas estrenadas con este sistema. Sólo en ciertas escenas claves, normalmente intrascendentes en la trama de la película, se puede apreciar bien el efecto 3D en contra del que también juega la larga duración del metraje para una película de estas características y al acostumbrarse el ojo humano a lo que esta viendo. La película se enreda en algunas partes de la trama que se alargan en exceso y que sólo sirven para reafirmar el mensaje ecoactivista aunque, por otro lado, el tratamiento de los personajes esta bien llevado y la banda sonora de James Horner es lo bastante efectiva para mantener nuestra atención en la historia. Los efectos especiales son, por supuesto, una parte destacable de la producción y se agradece que James Cameron los utilice no solamente para apabullarnos sino que en este caso se encuentran, salvo excepciones, al servicio de la historia. Los efectos especiales, en definitiva, son un punto y a parte en los visto hasta ahora en el cine pero no lo parecen tanto por su estética y su diseño. No se puede dejar de tener la sensación de encontrarnos, en ocasiones y como ya hemos dicho anteriormente, ante un videojuego o una película de animación en la línea de Robert Zemeckis siendo en Avatar más interesante la parte "más humana" que la que recrea en su plenitud el mundo de Pandora.

Por otro lado, en una película de estas carasterísticas, tan retocada digitalmente, es difícil hablar de las interpretaciones de su reparto de actores que en Avatar presenta nombres como Sam Worthington (Jake Sully), Zoë Saldaña (Neytiri), Sigourney Weaver (Dra. Grace Augustine), Stephen Lang (Coronel Quaritch) o Michelle Rodríguez (Trudy Chacon). Podemos apreciar en esta películas varias muestras de los personajes femeninos que a James Cameron gusta de utilizar en sus películas: mujeres fuertes, decididas y con convicciones. Y, como protagonista principal, el australiano Sam Worthington que poco a poco, después de haber participado en Terminator Salvation y con el remake del clásico Furia de Titanes pendiente de ser estrenado el próximo año, comienza a hacerse un hueco entre los actores más cotizados del panorama actual. No obstante, en Avatar, los personajes de Zoë Saldaña, Sigourney Weaver o Stephen Lang, que como el Coronel Quarith a la postre resulta el personaje más carismático de la película, le comen bastante terreno. De momento Avatar ha sido nominada ya a las categorías de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Banda Sonora y Mejor Canción Original en los Globos de Oro lo cual supone ya un cierto reconocimiento de la industria a la nueva "hazaña" de James Cameron que, posiblemente, valoremos mejor en unos años pues de momento no tenemos la impresión de que el futuro haya llegado a nosotros.


Ver también:
Avatar en El Blog del Chacal
Avatar en Cinéfilo



Dedicado a Jezabel
que a pesar de cumplir años
sigue tan piquiñita como siempre.

2 de diciembre de 2009

-Lobezno: Origen de Paul Jenkins y Andy Kubert-


Lobezno es, sin duda, el personaje más popular de Marvel en la actualidad, con permiso del defenestrado y "castrado" Spider-man de los últimos tiempos, lo cual ha provocado su presencia masiva en muchas de las series de la editorial ya sea en calidad de protagonista como en su serie regular, de coprotagonista como en Los Nuevos Vengadores de Brian Michael Bendis y en las múltiples series mutantes o como invitado especial de la cabecera de turno. Si a ello se añaden proyectos especiales como la reciente Lobezno: El Viejo Logan de Mark Millar y Steve McNiven podemos concluir que el personaje padece una clara y sangrante sobreexplotación. Atrás han quedado esos años de mesura en los que el misterio por el pasado del personaje era uno de sus mayores atractivos y donde Marvel, consciente de ello, dosificaba con cuentagotas todo lo que se podía contar sobre su cachorro.

Hoy en día sólo se espera de Lobezno manidas historias de venganza con recurrentes escenas de mutilaciones y sangre en las que utiliza sus garras para destripar a hordas ingentes de enemigos de Hydra o de La Mano. Mucho ha llovido desde el ya lejano 1974 en que el personaje debutaba en los números 180 y 181 de The Incredible Hulk de la mano de sus creadores Len Wein, Herb Trimpe y John Romita Sr. Posteriormente sería convertido en personaje de primera línea en base a su "reinterpretación" en manos de nombres como Chris Claremont, Frank Miller o John Byrne. Durante este tiempo pocas han sido las historias sobre el personaje que han sobresalido por méritos propios y que se puedan catalogar como algo más que un simple entretenimiento. Entre ellas destaca, sin lugar a dudas, la miniserie Lobezno: Origen de Paul Jenkins y Andy Kubert.

Lobezno: Origen fue un proyecto con el que Marvel pretendía dar un nuevo impulso al personaje después de la llegada de Joe Quesada al sillón de mando de La Casa de las Ideas. Hecho que propició que el propio y actual editor jefe de Marvel y el presidente de la compañia, Bill Jemas, se involucrasen directamente en él proyecto participiando como coargumentistas de la historia que guionizaría Paul Jenkins. Joe Quesada, además, acabaría haciéndose cargo de las portadas de la serie. Lo cual demuestra el interés con que se acogió el proyecto en Marvel intentando que todo encajase como era debido para contar una buena historia sobre el pasado de Lobezno que contentase a sus seguidores. Una iniciativa poco habitual en los cómics que las grandes compañias suelen publicar y que, en este caso, propició que Lobezno: Origen se convirtiese en un relato de corte intimista, en una drama de época, muy alejado de los cánones habituales de los cómics de superhéroes. El guión de Paul Jenkins es sólido y bien llevado y esta arropado a la perfección por el dibujo de Andy Kubert que ponía en esta serie en práctica un estilo algo diferente a lo habitual en un cómic del gémero y que acabaría de eclosionar en su trabajo en el 1602 de Neil Gaiman. En esta última, como en Lobezno: Origen, participaba también el colorista Richard Isanove que ya en este trabajo demostró su gran compenetración con los lápices de Andy Kubert. Todo este elenco de artistas consiguió contar el que sigue siendo, aún a día de hoy, el mejor relato del mutante de las garras de adamantium. Aunque, no nos engañemos, no es una obra maestra.

Lobezno: Origen se sitúa a principios del S. XX en Alberta (Canadá) donde se asienta la hacienda de la familia Howlett y a la que llega la joven Rose, la nueva niñera y enfermera del débil y enfermizo James, hijo del apoderado matrimonio dueño de la hacienda. Rose, James y Perro, el hijo del malhumorado y autoritario Logan uno de los empleados que trabaja para los Howlett, iniciarán una tormentosa amistad que acabará desencadenando la tragedia y desvelando los terribles secretos y engaños que oculta el lugar. Lobezno: Origen es una historia que, en sus primeros capítulos, juega al despiste con el lector pero que, en términos generales, nos ofrece una historia madura y alejada de los clichés superheroicos para contarnos un auténtico drama en el que los personajes están bien delimitados y caracterizados. La emotividad del relato se convierte en la gran baza de sus autores en una historia que, eso sí, arroja más preguntas sobre el pasado de Lobezno de las que responde. No podemos esperar pues un origen sui generis como el de otros superhéroes ni saltos temporales que enlacen el relato con acontecimientos presentes. Lobezno: Origen es una historia independiente, autoconclusiva, de fácil lectura, que casi funciona como un What If por su escasa relación con el resto del universo Marvel. La narración de Paul Jenkins es pausada, sin muchos aspamientos y con casi total ausencia de acción como pocas veces sería de esperar de un cómic protagonizado por Lobezno.

Pero, a pesar de sus virtudes, Lobezno: Origen funciona solo a medias quedándose a mitad de camino de convertirse en una obra verdaderamente referente, en la línea del Batman: Año Uno de Frank Miller, debido a las limitaciones de una historia donde acaban primando los intereses comerciales de Marvel. Una historia que no acaba de trascender el género ni aportar nada realmente nuevo al panorama del cómic de superhéroes salvo un buen relato contado con oficio y cuidado sobre un personaje al que en los últimos tiempos se le ha perdido un poco el respeto. Paul Jenkins supo ofrecer un producto diferente sin desligarse a los intereses de la compañia que arriesgo lo justo con la historia siendo, como es, uno de sus personajes más rentables de las últimas décadas. Por todo ello, aprovechando la nueva edición de esta obra por parte de Panini en su línea Marvel Deluxe, anteriormente publicada también en la colección Best of Marvel Essentials, puede resultar un buen momento para acercarse a una de las pocas historia que realmente han marcado al personaje. Un personaje al que, cada vez más, su mitología empieza a pesarle demasiado jugando muchas veces en su contra mientras desde Marvel aprovechan el tirón del momento sin pensar en el mañana. Y es que Marvel, al igual que Lobezno, son los mejores en lo que hacen... aunque a veces no sea muy agradable.


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