30 de septiembre de 2009

Reflexiones y Citas "Extraordinarias"

"Nuestro afán por definir el cómic es un proceso que no tiene por qué alcanzar una conclusión definitiva. Estoy seguro de que una nueva generación rechazará lo que la nuestra haya decidido aceptar e intentará una vez más reiventar el cómic."

Scott McCloud en Entender el Cómic: El Arte Invisible

25 de septiembre de 2009

Cine Om -Inglorius Basterds de Quentin Tarantino-

¡Atención posiblemente se hayan colado unos malditos spoilers!


"Érase una vez...
en la Francia ocupada por los nazis."

S
i se tiene cierta noción e idea del cine que ha venido haciendo Quentin Tarantino desde su ópera prima, Reservoir Dogs, entonces no nos cogerá muy desprevenidos la propuesta del director estadounidense en su última película: Inglorius Basterds. Es fácil reconocer a estas alturas las señas de identidad de este director empeñado en la subversión de los géneros que toca y en su reivindicación del cine en mayúsculas de toda tendencia y procendencia. La importancia que el diálogo -por encima de la acción- tiene en todas sus películas lo cual, por cierto, se agradece en el efectista y estético cine contemporáneo de hoy en día. Es también habitual en sus obras el amasijo de elementos y de referencias aparentemente discordantes con una narrativa que extrapola características propias de la novela, del cómic o incluso de la música que suele ser un personaje más en sus proyectos. Sus juegos visuales de cara a la galería y su, en ocasiones, violencia gráfica que, no obstante, no juega un papel tan importante en sus films como pueda parecer de primeras. Quentin Tarantino acostumbra con sus propuestas a proponer un "juego" al público, casi un acertijo, al que hay que saber entrar y dejarse seducir. Este estilo, no obstante, también implica la habilidad del director para saberse hacer entender y mantener la atención del público (cosa que no consiguió, por ejemplo, con Jackie Brown o con su colaboración en Grindhouse con Death Proof).

Se puede decir que Quentin Tarantino se recrea en sus proyectos, en los diferentes y variados géneros cinematográficos que toca, en subvertir los cánones establecidos por el cine más convencional. De esta manera hace evolucionar, hacia lugares poco explorados con anteriodidad, sus atípicas historias donde, en menor o mayor medida, siempre tiene cabida la venganza. Ya lo hizo con el género policiaco en Reservoir Dogs y Pulp Fiction o con Death Proof bordeando el thriller y el terror y lo vuelve a hacer, en esta ocasión, dentro del género bélico con Inglorius Basterds. En este caso Quentin Tarantino nos presenta una película bélica pero sin grandes batallas, sin la épica más propia y predecible del género que lo ha configurado como tal, sino que intenta contar algo nuevo desde otra perspectiva. Por ello en Inglorius Basterds encontramos, por ejemplo, a judíos masacrando nazis y ejerciendo con crudeza su venganza, a soldados nazis que no son simples armas de matar deshumanizadas que arreglan todo por la fuerza sino que gozan de cierta complejidad en sus personalidades, la visión en clave casi de parodia de los dirigentes nazis que acostumbran a presentarse en otras películas de una forma "terriblemente respetuosa" y formal o un eje central de la trama que se centra en el cine dentro del cine y no en el más crudo horror de la guerra.

Inglorius Basterds es, como ya pasaba en Pulp Fiction y Kill Bill, un "conglomerado" de personajes cuyas historias se entrelazan a través de los capítulos en que se divide la película. En este caso son dos las historias que se entrecruzan en la trama, que transcurre en gran medida de una forma lineal exceptuando algunos flashbacks y algunos otros recursos tarantinescos, y que tienen como elemento común la venganza. Por un lado tenemos a teniente Aldo Raine (Brad Pitt) y su tropa de bastardos judíos que dan nombre al film que se dedican a sembrar el terror entre las tropas nazis asentadas en Francia y que se verán envueltos en una trama de espionaje que podría llevarles a acabar con los máximos dirigentes del partido nazi entre los que se incluyen el ministro de propaganda del Tercer Reich Joseph Goebbels y a su líder Adolf Hitler. En la segunda historia seguimos la pista a la única superviviente de la matanza de una familia judía, Shoshanna (interpretada por la actriza francesa Mélanie Laurent), que regenta uno de los cines de la capital en donde se va a representar un pase privado la última película de Joseph Goebbels que tiene por título El Orgullo de la Nación (pequeña película rodada por el director Eli Roth que participa también como actor en el film), circunstancia que Shoshanna aprovechará para ejecutar su venganza. Estas dos historias tienen como elemento aglutinante el personaje del amable y sagaz teniente nazi Landa (magníficamente retratado por el actor austriaco Christopher Waltz) que, por momentos, parece el verdadero protagonista de la historia.

La historia que aquí propone Quentin Tarantino está basada en la película del director italiano Enzo G. Castellari conocida como Aquel maldito tren blindado de 1978 que en Estados Unidos recibió el título de Inglourious Bastards aunque la película del director de Pulp Fiction no es un remake y poco más que el título tiene en común con aquella. La historia puede recordar a títulos del género como Los Doce del Patíbulo, El desafío de las Águilas o Los Cañones de Navarone siendo en este caso aderezada con un marcado estilo spaghetti western que se refleja especialmente en ciertas escenas y, especialmente, en la banda sonora que bebe mucho del trabajo del compositor Ennio Morricone que, de hecho, por falta de tiempo no pudo colaborar más activamente en la película de Quentin Tarantino como en un primer momento estaba previsto. La guerra vista por Quentin Tarantino se acerca más a lo que Stanley Kubrick hizo en 1964 con ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, por su punto de vista sarcástico y su tratamiento burlesco del tema político, que a una cinta bélica al uso siendo, por supuesto, menos punzante e ideológica que la del difunto cineasta. Quentin Tarantino parece querer realizar un "ensayo" sobre el género bélico, una disección "por contraposición" que elude cualquier tipo rigor histórico, que ni se pretende ni se busca en ningún momento, en la que el mismo cine es el protagonista. La película "mata" el ritmo del metraje de forma consciente para de esta forma llevar al espectador hasta un final catártico, con un final impredecible para una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, que acaba dando sentido real a todo el conjunto.

Inglorius Basterds, como explicaba el propio Quentin Tarantino al principio del rodaje de esta, es una "visión del campo de batalla sociológico de la época con el racismo y la barbarie de todos los bandos, el bando nazi, el bando americano, los soldados negros y judíos y los franceses", lo que en gran medida aleja la propuesta del maniqueismo, en ocasiones casi necesario, propio del género. Otra de las virtudes y atractivos de la película es el juego de idiomas que se utiliza en ella lo que hace que sea casi obligado su visionado en versión original para apreciar todos los matices lingüísticos que esta tiene y que se pierden con el doblaje. Las escenas cumbre de la película tienen en común la cuestión del idioma como eje aparentemente anecdótico de la trama pero central en el desarrollo de los acontecimientos y la acción de la película. Escenas estas que resultan lo mejor de Quentin Tarantino en las que se realzan sus virtudes y se solapan sus defectos, que tenerlos los tiene, con planos bien llevados y diálogos que se toman su tiempo para encajar en el engranaje global. Si se soporta el ritmo que imprime Quentin Tarantino a sus filmes, se tolera su falta de acción y se consienten sus excesos y caprichos que buscan la anacronía sin disimularlo ni aparentarlo Inglorius Basterds se destapa como un producto original que no deja indiferente y eso, en los tiempos que corren, es más de lo que pueden decir muchos.


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Malditos Bastardos en Tengo Boca y No Puedo Gritar

22 de septiembre de 2009

-Capitán América de Ed Brubaker- La Balada de Steve Rogers-


Con la reedición este mes por parte de Panini, en su reciente línea Marvel Deluxe, de la etapa de Ed Brubaker al mando de la serie de el Capitán América parece buen momento para aprovechar y hacer balance de estos casi seis años que el guionista estadounidense ha estado a cargo de las historias del llamado Centinela de la Libertad. Este nuevo tomo de Panini recupera los siete primeros números de la colección bajo el título de Otro Tiempo (Out of Time, de la saga original que abrió la etapa de Ed Brubaker) con algunos bocetos e ilustraciones obra de Steve Epting como complemento de la recopilación. Es en estos primeros números, y en las sagas posteriores, donde encontramos al mejor Ed Brubaker cuya llegada a la serie supuso todo un revulsivo para esta que, antes de él, se había quedado anclada en un simple panfleto estadounidense post 11-S del que, poco a poco, había conseguido empezar a salir. El guionista de otras series de éxito de la Casa de las Ideas como Daredevil o El Inmortal Puño de Hierro construyó desde el principio una trama compleja, adulta y pausada. Una trama que se toma su tiempo para desarrollarse, ajena, salvo en casos puntuales, a la más rabiosa actualidad del Universo Marvel, y en la que destaca su tratamiento de los personajes y su talento para manejar y administrar la intriga de los acontecimientos.

Se puede decir que Ed Brubaker nos ofrece una serie de el Capitán América donde lo menos importante es el personaje, al menos como tal, pues el guionista ha sabido tratar de manera excelente el verdadero mito e icono que se encuentra bajo la máscara de este: Steve Rogers. De esta manera, la serie se toma una distancia prudencial de su personaje principal, creando una panorámica respecto a los supuestos personajes secundarios, ya sean villanos, aliados o compañeros, que nos permite conocer lo que para cada uno de ellos significa la sola presencia del personaje. En esta etapa es Steve Rogers, no el Capitán América, quién se convierte en un verdadero símbolo del coraje, de la lucha y de la libertad, unido a la confrontación con un pasado que se llega a volver tangible y cuyas consecuencias resultan inevitables y, a menudo, dramáticas. El componente superheroico pasa a un segundo plano y Ed Brubaker recupera personajes denostados o caídos en el olvido (entre ellos destaca la asombrosa y ejemplar resurrección de Bucky Barnes ahora como El Soldado de Invierno y actual Capitán América) y los actualiza haciéndolos atractivos a los nuevos tiempos mientras plantea la trama de un ajedrecista profesional disponiendo las piezas sobre el tablero y tomándose el tiempo necesario para dejar en jaque al lector al final de cada número. Capitán América es una de esas obras "corales" donde todos los personajes tienen algo que decir y que, adaptando lo que Andy Warhol ya apuntó en los años 80, todos tienen sus 15 viñetas de gloria.

Este tratamiento de personajes, por otro lado, es común en la narrativa del guionista y se aprecia en todas las series en las que ha participado aunque es en el Capitán América donde ha alcanzado su mayor virtuosismo, donde la historia y la mitología propia del personaje se adaptan mejor a sus guiones centrados en la intriga y el espionaje, en comparación a otras series como, por ejemplo, Daredevil donde el autor no consigue cogerle el pulso al personaje pese a edificar unas más que correctas historias. Aunque pese a estos aciertos, la propia serie del Capitán América en su etapa posterior a Civil War con la "política" muerte de Steve Rogers, adolece de las mismas virtudes que la serie tenía en sus primeras sagas pero que aquí, en algunos casos, se convierten en sus mismos defectos. La trama se alarga en exceso, su decompressive storytelling es muy acusado, y se repiten muy a menudo recursos, ideas y situaciones en donde los lavados de cerebro, la recuperación de personajes del pasado (casi todas las encarnaciones que ha tenido el Capitán América hacen acto de presencia en un momento u otro) y la casi omnipresencia de personajes secundarios como Sharon Carter que parecen ir a la deriva o la galería de villanos recurrentes y demasiado habituales utilizados por el guionista lastra, en gran medida, las historias que cuenta. Los personaje van y vienen pero ya no se tiene la sensación de que haya una evolución sino que la historia se estanca en una cierta monotonía, acrecentada involuntariamente por el dibujante regular de la serie Steve Epting, y todo ello pese a la novedad que supone la nueva identidad del Capitán América con matices muy diferentes a los que ofrecía Steve Rogers.

A lo largos de estos años Steve Epting se ha mantenido en la serie como dibujante oficial otorgando a esta ese tono oscuro, de novela negra clásica, que Ed Brubaker gusta de ver en sus obras. El dibujo feucho y mal definido del artista, muy irregular en su evolución, resulta, a pesar de todo, adecuado al tono de la serie. También ha participado en esta etapa a los lápices Michael Lark que como segundo dibujante se ha encargado, principalmente, de los flashbacks de la serie ambientados, mayormente, durante la Segunda Guerra Mundial o el período de Guerra Fría entre los años 50 y 90 y habitualmente protagonizados por Steve Rogers y Bucky Barnes. El dibujo de Michael Lark, en la línea de Steve Epting, resulta más espectacular que este y destaca por su habilidad para introducir retoques informáticos concretos en su dibujo que le ayuda, por ejemplo, a confeccionar preciosas estampas lluviosas en algunos números (Captain America #5). Finalmente, en referencia al tomo presente, tenemos un capítulo final (Captain America #7), con la historia titulada La Solitaria Muerte de Jack Monroe (The Lonesome Death of Jack Monroe) de la que se encarga a los lápices John Paul Leon con un estilo más peculiar ligeramente de influencia cartoon. El apartado gráfico, a todo esto, esta en todo momento supeditado a los guiones -de prosa muy literaria- de Ed Brubaker, que hace valer las viñetas de los artistas con los que trabaja y no al contrario como sería más propio de un cómic. Sólo el español David Aja con el que Ed Brubaker -"escoltado" por Matt Fraction- trabajó en las primeras sagas de El Inmortal Puño de Hierro consigue "jugar" de igual a igual con el guionista con sus atrevidas composiciones de página.

Otra de las peculiaridades de Ed Brubaker en Capitán América es la opresiva referencia al pasado, que antes ya hemos mencionado, entendiendo el guionista, como pocos autores anteriormente han hecho, el dilema de un personaje como Steve Rogers -aunque también se puede aplicar a Bucky Barnes en este caso- que se encuentran, literalmente, fuera de tiempo. Por ello, la muerte de Steve Rogers, dentro de la saga La Muerte de un Sueño, es la muerte de unos ideales, de una manera de pensar y de hacer las cosas pero también es el triumfo de la realidad frente a unos personajes, los superhéroes, que ya no resultan tan fascinantes ni útiles. Steve Rogers no muere como un héroe, sino como un mártir y, más aún, como un criminal con las manos esposadas. El antaño símbolo de una nación al ceder el testigo a Bucky Barnes, de entre toda la galería de candidatos a vestir su máscara que podria haber elegido Ed Brubaker, no hace más que hacernos participes de un secreto: nos descubre quién es o era realmente Steve Rogers a través de las emociones y recuerdos de su compañero de batallas. El Centinela de la Libertad no representa más que el viejo sueño americano violado y pisoteado por su propia nación. Y esta huella, esta impresión, no abandona la serie en ningún momento y se diría que Steve Rogers casi se convierte en un personaje más del reparto, inexistente a efectos técnicos, que guia las acciones y los acontecimientos de la trama como una balada que se repite y se sucede. Todo ello hace que, pese a los altibajos de la serie, podamos determinar, sin duda, que esta es una de las mejores etapas en mucho tiempo del personaje creado por Jack Kirby y Joe Simon allá por los lejanos años 40 del siglo pasado.


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Daredevil -Guionistas sin Miedo (I)-
Daredevil -Guionistas sin Miedo (II)-

16 de septiembre de 2009

-Northlanders: El Regreso de Sven de Brian Wood-


De las últimas novedades de la línea Vertigo que ha publicado Planeta de Agostini este mes Northlanders de Brian Wood es, sin duda, la más interesante y la más recomendable de todas. Con el primer arco argumental de la serie, El Regreso de Sven, Brian Wood sienta las bases de lo que será está serie épica sobre relatos ambientados en plena época de esplendor y de decadencia del pueblo vikingo. La idea de la serie, según el planteamiento de su guionista, es contar diferentes historias y relatos, paralelos a los grandes acontecimientos históricos de la época, con diferentes artistas gráficos para cada arco argumental de la colección. Para este proyecto Brian Wood, apasionado de la era vikinga, se ha documentado a conciencia y eso se nota en el resultado final que se puede calificar de excelente o, al menos, eso podemos decir de estos primeros ocho números. Brian Wood consigue construir en El Regreso de Sven un relato ágil, profundo y entretenido a partes iguales salpicado de momentos y escenas para el recuerdo y cuidando cada detalle de la trama que conjuga épica y emoción de una forma efectiva y austera a la vez que espectacular. Una auténtica joya dentro de la línea Vertigo que esperemos no decaiga en su calidad en futuras entregas.

El Regreso de Sven se situa en el año 980 d.C. y relata las vivencias de Sven un orgulloso vikingo que huyó de su patria, Orkney, cuando aún era muy joven dejando atrás un mundo que no comprendía. Después de haber recorrido el mundo conocido y de haberse gestado un nombre entre las tropas varegas en Constantinopla decide volver a su tierra natal al ser informado de la muerte de su padre. Su cobarde y oportunista tío Gorm, no obstante, se ha apropiado de su herencia lo cuál obligará a Sven, al que consideran como un traidor, a iniciar una guerra en solitario contra todos aquellos que se interponen en su ambicioso camino. Una historia de resonancia clásica que Brian Wood llena de matices que enriquecen la lectura sin atosigar al lector con datos históricos sino plasmando el reflejo de un tiempo, de una mentalidad y de una cultura ya perdidos que, sin embargo, siguen teniendo ecos en nuestra propia actualidad. Brian Wood traslada muy bien a las viñetas el pensamiento de una época antigua y compleja, inmersa en el declive y el cambio, y nos muestra dos mundos contrapuestos que se reflejan en el personaje de Sven. Sven es un producto de los nuevos tiempos que corren y que, no obstante, se ve obligado a reconciliarse con sus orígenes y con el recuerdo de unos años con los que no se siente particularmente unido. De esta manera vemos, a lo largo de los años, como el personaje va creciendo desde su impetuosa juventud hasta su robusta madurez llegando hasta el clímax final que le obligará a asumir todas las responsabilidades y todas las decisiones que había evitado tomar y, en definitiva, a reconciliarse consigo mismo.

El guionista estadounidense se desmarca de caer en lo predecible y su historia, que entremezcla lo shakespeariano con referentes cinéfilos que recuerdan los antiguos peplums de los años 50 y 60 o películas más actuales como el Braveheart de Mel Gibson, construye un entramado bien elaborado que se sustenta en el buen ritmo que imprime a los acontecimientos y la cuidada caracterización y evolución de los personajes protagonistas. Así, Northlanders, resulta una obra actual en su definición pero como buen relato épico que es su contenido es totalmente respetuoso con la época de la que nos habla y que su guionista conoce muy bien. La concepción independiente y autocontenida de la serie, dejando atrás una continuidad más estricta, resulta una ventaja a la hora de contar este tipo de historias que de alargarse en exceso perderían seguramente su fuerza y su minuciosa narrativa. Brian Wood lejos de eso se toma el tiempo exacto, ni más ni menos, para contar su historia y evita cualquier exceso gratuito que fácilmente podría propiciar un proyecto de estas características. Lejos de eso el guionista de la también serie de Vertigo, DMZ, contrapone con habilidad temas como la religión y la superstición, lo antiguo y lo nuevo, el poder y el valor, el amor interesado y el amor por necesidad, que establecen un retablo psicológico de personalidades encontradas que dota realmente de vida a los personajes de su historia y los hacer cercanos al lector.

Pasando al apartado gráfico, en El Regreso de Sven el dibujante asignado es el italiano Davide Gianfelice al que esperemos no se eche de menos en los posteriores arcos argumentales de la serie pues su trabajo resulta notable y sus lápices parecen adecuarse perfectamente al tono que requiere esta serie. Un dibujante de categoría que viste cada viñeta con un tono realista pero mesurado capaz tanto de retratar las gélidas tierras escandinavas como de dotar de una gran expresividad los rostros y gestos de sus personajes. Su estilo recuerda a veces, en las escenas más épicas de la serie, a lo mejor del Frank Miller de 300. Sensación que acrecienta el trabajo con el color de la serie, también de alabar, del canadiense David McCaig que consigue realzar los lápices de Davide Gianfelice, mezclando tonos fríos con otros más cálidos de manera hábil y creando un conjunto atractivo que parece definir, aún más si cabe, el detallismo de la historia. La calidad de la serie en el apartado gráfico, en definitiva, que complementa Massimo Carnevale con sus destacadas portadas, ralla a un alto nivel dando, de esta manera, mayor sensación de robustez y fuerza al ya excelente guión de Brian Wood. Con Northlanders la línea Vertigo nos presenta una serie fresca, con un enfoque clásico, que demuestra la pasión de su autor por la épica vikinga y que como estos bravos guerreros de la antigüedad resulta una serie sólida en todos sus aspectos, a nivel gráfico y narrativo, y que se descubre como un eficaz e inteligente entretenimiento.



Ver también:

Northlanders: El Regreso de Sven en Zona Negativa

15 de septiembre de 2009

Cine Om -District 9 de Neill Blomkamp-


Sin duda District 9 es una de las películas de ciencia-ficción más llamativas de los últimos tiempos, con una campaña publicitaria a la zaga, y quizá de las más interesantes dentro de la tématica alienígena que en los últimos años sólo nos ha ofrecido productos repetitivos y tópicos sobre aliens malos e historias con mensaje medioambiental insertado a calzador como Ultimátum a la Tierra. Peter Jackson produce esta película dirigida por el debutante Neill Blomkamp que intenta y logra apartase de los tópicos más recurrentes del género de ciencia-ficción remitiendo a las obras de los años 50 y 60 o a películas posteriores como Alien Nation con la que guarda algún parecido. Neill Blomkamp que ha trabajado en varias series como Smallville, Dark Angel o Stargate SG-1 como animador de efectos especiales dirigió ya en 2005 el corto Alive in Joburg que resulta el germén de lo que ha acabado siendo District 9 que Peter Jackson se decidió a producir después de que su proyecto conjunto, la adaptación del videojuego Halo, quedase cancelado. Lo que este joven director de apenas 30 años ha sabido ver, al contrario que otros productores y directores, es que el género de ciencia-ficción, como él mismo ha declarado, es "un escaparate para poder hablar de temas serios" y no sólo una excusa para la deriva argumental de las historias es un simple espectáculo pirotécnico y estético como ocurre con muchas producciones actuales vacías de contenido e ideas.

La historia de District 9 relata la llegada de una gran nave alienígena a nuestro planeta por accidente y como, pese a las intenciones pacíficas de sus ocupantes, una especie de crustáceos gigantes, se ven obligados vivir durante dos décadas en una situción deplorable como refugiados en una zona restringuida de Sudáfrica (Johannesburgo): el llamado District 9. Mediante un aparente tono documental, en algunas partes de la película, se nos muetra la supervivencia de estos seres en un ambiente realmente hóstil, en condiciones deplorables y bajo la incompresión, la ignorancia, la superstición y los prejuicios de una humanidad que se niega a aceptarlos. Para colmo de males se ven hostigados por los gobiernos del mundo, respaldados por la opinión pública, que sólo ven en ellos un interés armamentístico. El débil equilibrio de la paz, inexistente, entre ambas especies se rompe totalmente cuando Wikus van der Merwe (el actor Sharlto Copley) un miembro de la MNU (Multi-National United), una compañia privada encargada de controlar los asentamientos extraterrestre, resulta infectado por un virus alien que provoca una mutación en su cuerpo. En ese momento Wikus se convierte en el centro de la atención de la MNU que ve en él la manera de descifrar los secretos sobre la tecnología alienígena de los refugiados y descubrirá que aquellos a los que ha perseguido en este tiempo podrían ser su única esperanza.

Neill Blomkamp se ha declarado fan de películas de ciencia-ficción como Aliens del James Cameron, Robocop de Paul Verhoeven, Blade Runner de Ridley Scott o de animes como Akira o Ghost in The Shell y algunos de sus gustos, respecto a esto, se reflejan en District 9 donde incluso hacen acto de presencia robots con un sospechoso aire manga muy parecidos a los vistos en Matrix Revolutions de los hermanos Wachowski. Los trailers vistos hasta la fecha sobre la película pueden resultar algo engañosos respecto a lo que vamos a ir a ver al cine pues en estos, durante toda la promoción de la película, han insistido en venderla como un producto de los llamados "falsos documentales" cuando esto no es del todo cierto. La película está plagada de entrevistas y opiniones de diferentes personajes de todo tipo y condición que se expresan delante de las cámaras y con retrospectiva sobre ciertos aspectos sobre la problemática alien pero, a parte de esto, la película tiene un desarrollo más convencional en la mayor parte de su metraje con una historia lineal y, por momentos, predecible. Una historia que tiene un tema central: el racismo y el odio a aquello que es diferente a nosotros y a lo que podríamos añadir la incompresión, en este caso entre especies, tema que parece remitir a la obra del autor de ciencia-ficción Stanislaw Lem que con obras como Fiasco o Solaris ha profundizado de manera harto pesimista sobre la viabilidad y productividad de dichos encuentros de llegar estos a producirse.

Dicho todo esto District 9 es un producto superior a la media, que destaca por su apuesta por el realismo y el enfoque hasta cierto punto original que su director ofrece, con una labor visual diferente a lo acostumbrado y con unos efectos especiales utilizados de forma apropiada, no con la intención de apabullar al espectador, a pesar de que la segunda mitad de la película derive en un espectáculo de tiros y explosiones más convencional. El ligero toque documental de la película no juega en contra del ritmo de esta sino que Neill Blomkamp sabe gestionar perfectamente este recurso, a menudo con un toque de humor satírico, consiguiendo un equilibrio adecuado con el enfoque más tradicional del resto del metraje. Aunque su factura tiende a pensar en ella más como una futura película de culto que como un referente real de nuestro tiempo lo cierto es que resulta refrescante de vez en cuando encontrar algo diferente que se salga de las directrices establecidas del cine de ciencia-ficción y acción actuales donde muchas producciones parecen salidas de una cadena de montaje de fabricación en serie. El protagonismo de la película, por otro lado, corre a cargo del desconocido actor Sharlto Copley que realiza una labor más que digna frente a las cámaras aunque su personaje resulte poco atractivo y, por momentos, cargante. En definitiva, District 9 de Neill Blomkamp, pese a no ser una película redonda viene a cubrir un hueco dentro del panorama cinematográfico con una producción de bajo presupuesto, apenas 30 millones de dólares, que es capaz de conjugar entretenimiento, crítica social y espectáculo a partes iguales.



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District 9 -For Humans Only-

14 de septiembre de 2009

-House of Mystery: Espacio y Aburrimiento de Matthew Sturges & Bill Willingham-


House of Mystery es una veterana serie de terror y suspense cuyo éxito ha producido a lo largo de las décadas diferentes versiones y encarnaciones de la misma, ya desde los lejanos años 50, y entre las que destaca, especialmente, la de los años 70 presentada por entonces por dos personajes hoy emblemáticos dentro del mundo DC como son Caín y Abel y que Neil Gaiman recuperaría como personajes habituales en su obra cumbre The Sandman en los años 80. Recientemente se decidió recuperar la cabecera tradicional para la línea Vertigo, actualizándola a los nuevos tiempos, con Matthew Sturges y Bill Willingham, responsables del gran éxito del sello editorial que es Fábulas y su spin-off Fábulas Presenta: Jack, a los guiones. No obstante, por desgracia y por el momento, podemos decir que este intento de resurrección ha resultado fallido y la mejor encarnación que ha tenido la serie en los últimos años sigue siendo, precisamente, la que Neil Gaiman realizó de manera no oficial en las páginas de The Sandman en el arco argumental El Fín de los Mundos. La propuesta de Matthew Sturges y Bill Willingham, pese a sus esfuerzos, carece de la excelencia de las historias y situaciones que Neil Gaiman consiguió plasmar en dicha serie. Las comparaciones son odiosas pero la sombra de algunos artistas es demasiado alargada.

House of Mystery cuenta la historia de una antigua casa y posada que se encuentra en una encrucijada "entre la realidad y la fantasía", lugar de paso y acogida de todo tipo de personas y seres increíbles que pagan sus consumiciones relatando historias. Aunque no todos aquellos que entran en la misteriosa casa consiguen salir y ese es el caso de los cinco protagonistas de la historia: la joven arquitecta Bethany "Fig" Keele, con una extraña relación con la casa aún por descubrir, el simpático y aparentemente mujeriego barman Harry Bailey, la endurecida pirata Ann Preston, un bohemio gentleman francés conocido simplemente como Poeta y una insufrible camarera con aires de diva a la que todos conocen como Cress. En el tomo publicado por Planeta de Agostini se incluyen los cinco primeros números de la serie enmarcados en el arco argumental Espacio y Aburrimiento (Room & Boredom en el original). En todos los números se repite un mismo esquema, apenas deudor de la serie original, en la que Matthew Sturges escribe el armazón principal de la serie, planteando la historia central de los personajes principales dentro de la casa y desarrollando los misterios que esta encierra y que Luca Rossi ilustra, mientras Bill Willingham guioniza las pequeñas historias intercaladas en el relato principal en cada número, que no ocupan más de cinco páginas, y dibujadas por diferentes artistas invitados de la talla de Ross Campbell, Jill Thompson, Steve Rolston, Zachary Baldus y Sean Murphy.

El primer problema de House of Mystery es la casi nula habilidad de Matthew Sturges para administrar el suspense y la intriga de la trama principal y dotarla de interés y de un ritmo adecuado. Fuera de eso la serie funciona en momentos contados, a golpe de efecto, para decaer de nuevo al instante siguiente pasando de lo anodido a lo tópico. Personajes con potencial que podrían ser realmente carismáticos pasan sin pena ni gloria por las páginas de la serie dejando destellos, igual que ocurre con la trama, que no son suficientes para que el lector se interese por ellos. Por otro lado, las historias intercaladas en cada número, obra de Bill Willingham, no disponen del tiempo necesario para mostrarse y la mayoría quedan en simples anécdotas, en el mejor de los casos, e intrascedentes en el peor pese a los diferentes géneros tratados y el oficio del guionista de Fábulas. Estas historias brillan a los lápices por la labor de los artistas invitados en los que destacan Ross Campbell en la historia más lograda del tomo The Hollows, Zachary Baldus que participa en Spats and The Necks una pequeña historia de gangsters algo tipica o Steve Rolston en un cuento de "amor verdadero" llamado Familiar. Como dibujante regular, el italiano Luca Rossi, recuerda a los lápices de Mark Buckingham, con defectos similares a este como el hieratismo facial de sus personajes dando en House of Mystery unos resultados bastante modestos. Finalmente, Sam Weber, portadista oficial de la serie crea inquietantes y atractivas portadas que realzan la calidad media de la serie.

Pero a pesar de todo, House of Mystery, puede tener un gran margen de evolución y mejora a poco que sus guionistas sepan tocar los resortes adecuados dando mayor profundidad a las relaciones entre los personajes que, en un ambiente limitado como puede ser una casa encantada, debe ser lo prioritario pues el perfil psicológico es lo que hace funcionar o no a una historia de este tipo. Las historias cortas de la serie deben tener mayor peso en la estructura de esta sin ser un lastre como, por otro lado, en estos primeros parece suceder en ocasiones. Podemos concluir que House of Mystery es una lectura ligera que si no se ponen muchas expectativas en ella puede ser un correcto entretenimiento pero que le falta un "algo" que, de momento, no tiene o no han sabido darle sus creadores, para que se pueda convertir en una serie a tener en cuenta. La edición de Planeta de Agostini entre sus extras, a parte de algunos bocetos de Luca Rossi y a falta de una introducción, incluye un relato en prosa de Matthew Sturges titulado Piel Escamosa, Corazón de Llamas, relacionado con la serie, que presenta algunas de las virtudes que necesita la serie: profundidad y perspectiva.


Ver también:

House of Mystery: Espacio y Aburrimiento en Zona Negativa

10 de septiembre de 2009

-La Carretera de Cormac McCarthy-


"Las cosas mejorarán cuando todo el mundo haya desaparecido
¿Desaparecerán todos?
Seguro que sí.
¿Mejor para quién?
Para todos."


¡Atención spoilers poco directos y jugosos aunque posibles!

La Carretera, obra del escritor estadounidense Cormac McCarthy, es una novela post-apocalíptica publicada en 2006 que fue galardonada al año siguiente, en 2007, con el Premio Pulitzer en la categoría de ficción y cuya primer adaptación al cine dirigida por John Hillcoat está a punto de ver la luz con Viggo Mortensen y Charlize Theron como principales reclamos. Una novela que nos traslada a un escenario totalmente desgarrador e inhumano, a un mundo abatido por un cataclismo no especificado en ningún momento por el autor, aunque todo apunta a un desastre nuclear, en el qué un padre y un hijo de los que no conocemos sus nombres intentan sobrevivir al hambre, al frío, al canibalismo de los supervivientes y, sobre todo, a su propio miedo y desesperación. Su camino en pos de la esperanza les lleva siempre al sur, siguiendo la carretera, de ahí el título de la novela, llena de muerte, de ceniza y polvo en dónde los buenos "se esconden unos de otros". Con esta simple sinopsis, bastante manida y poco novedosa en su concepto, el autor de No es País para Viejos, consigue atraparnos con un relato sencillo y commovedor que no deja indiferente.

La prosa de Cormac McCarthy es simple, contudente y limpia de artificios gratuitos pero goza, no obstante, de una melancólica y reflexiva poética que en cierta manera alivia la crudeza del relato a la vez que lo transforma en una fábula que se atreve a hablarnos de humanidad y de miedo. Y es que La Carretera funciona perfectamente dentro del género de terror, sin pertenecer realmente a él, consiguiendo su autor dotar a la obra con unos pasajes angustiantes y terroríficos que enganchan al lector en un bucle de acontecimientos, en realidad repetitivos, donde predominan una inquietud y un desasosiego enormemente gráficos. La forma en que los escasos diálogos hacen acto de presencia, entre los dos personajes principales mayormente, acostumbran a ser un debate parco y pretendidamente mal disimulado entre el bien y el mal, entre la inocencia y la muerte, y se integran de forma lacónica en la narración y no como elementos ajenos a ella. De esta manera, Cormac McCarthy, consigue que el impacto sobre lo que se nos cuenta sea aún mayor si cabe. La narración se presenta entrecortada, mostrándose en párrafos más o menos largos, como pedazos de recuerdos de un mundo que los personajes intentan olvidar a medida que avanzan por la carretera pero que les golpea una y otra vez con toda su crudeza en un infierno donde incluso el mar ha perdido su característico tono azul.

Por su tono y su propuesta, la referencia obligada es compararla con el clásico de ciencia-ficción Soy Leyenda de Richard Matheson, siendo La Carretera, no obstante, aún más "hiriente" y desoladora. La novela de Richard Matheson, pese a lo desesperanzador del relato, se adentra más en la ciencia-ficción lo que resulta, realmente, una bocanada de aire fresco respecto a la tragedia que nos cuenta mientras que en la novela de Cormac McCarthy predomina un tono opresivo y brutalmente realista que es imposible de eludir. Cierto diálogo a mediados de la obra parece realizar un guiño directo a la novela de Richard Matheson: "¿Cómo lo sabría si fuese el último hombre sobre la Tierra?" pregunta el personaje del hombre a uno de los pocos secundarios de la novela con los que entabla conversación a lo que este responde "No creo que pudiera saberlo. Lo sería y ya está". Diálogos parcos y concretos, incluso más que el expuesto, son los que encontramos a lo largo de toda la historia y reflejan la desgana y la falta de fuerzas de los personajes respecto a su "monótono" día a día. El retrato de la condición humana que hace Cormac McCarthy es desalentador y el viaje de los personajes, a lo largo de un territorio siempre hóstil, nos plantea muchas preguntas a las que el autor evita dar respuestas favoreciendo así la imaginación del lector. Indicativo de esto es, por ejemplo, cuando el niño pregunta al padre que pasó, a propósito del desastre que asoló el mundo, a lo que el hombre simplemente contesta con un "No lo sé exactamente. Es una buena pregunta".

En el caso del padre su viaje iniciático es casi un viaje retrospectivo, de añoranza por un pasado casi olvidado, del que cuenta historias a su hijo que nunca lo ha conocido intentando de esta manera preservar su bondad, pese a que sus acciones desconcierten más de una vez al niño por lo contradictorias de estas. El niño actúa como la voz de la conciencia del hombre, hasta cierto punto es su brújula moral, siempre cuestionando sus acciones y analizando todo lo que pasa a su alrededor. En uno de los momentos del relato el hombre se ofrecerá a contarle un cuento al niño a lo que este responderá con poco estusiamo que "Esos cuentos no son verdad" añadiendo luego que en ellos "siempre estamos ayudando a gente y nosotros no ayudamos a la gente". La realidad es demasiado dolorosa como para poder enmascararla y la tendencia al nihilismo parece la única salida posible aunque Cormac McCarthy dota al personaje del niño de una especie de religiosidad innata que se entremezcla con la identificación, casi en clave de tintes de fábula prehistórica, con el rito pagano, por así decirlo, de los portadores del fuego que será un coletilla recurrente en las conversaciones entre los dos personajes. El hombre se identifica, e identifica a su hijo, con lo único bueno que queda en el mundo poniendo en duda que vayan a encontrar más "de los buenos en la carretera".

La carretera, omnipresente durante todo el relato, parece ser el único rastro de civilización que reconocen los personajes y lo único, en un mundo carente de vida, que siempre perdura. La carretera parece llevarles de camino a su propio destino que se antoja en todo momento fatal y que desde el principio de la novela Cormac McCarthy nos lo ha dictado dejando claro que no puede ser otro. Revelador es, antes del final, cuando el personaje del hombre consuela al niño diciéndole que "La bondad encontrará al niño, así ha sido siempre y así volverá a ser". Y el niño le cree, pues como le responde en cierto momento, "Tengo que creerte". Conforma con estas pinceladas el autor una épica historia de amor paternofilial que habla sobre el futuro y el legado que las generaciones precendentes pueden dejar a las que vendrán después. Aunque el debate sobre la relación del ser humano y el medio pueda pasar desapercibido debido a la fuerte carga sentimental de un relato tan íntimo, casi onírico en ocasiones, estas ideas parecen impregnar cada página del relato. De esta manera, la correspondencia del lector con los personajes, es instantánea y dejando una huella bastante remarcable ante lo que cuenta y cómo lo cuenta su autor. La Carretera, en definitiva, es una obra muy recomendable, de lectura ágil y agradecida, que nos permite reflexionar y emocionarnos a partes iguales con una historia y sobre un tema sobre la que siempre conviene volver de vez en cuando para recordar quiénes somos.


Ver también:

La Carretera de Cormac McCarthy en La Piedra de Sísifo

8 de septiembre de 2009

-Guerra Mundial Z de Max Brooks-


Guerra Mundial Z de Max Brooks, con el explícito subtítulo de Una historia oral de la guerra zombi, es una de las cientos de novelas del enorme catálogo de temática zombie que han aparecido últimamente en el mercado. No obstante, Guerra Mundial Z, como el anterior libro del autor, Zombi-Guía de Supervivencia, es una obra con un estilo diferente al de las novelas de género convencionales y quizá eso sea una de las claves que le han llevado a convertirse en un "best-seller instantáneo" en el que ya ha puesto sus miras Hollywood. El libro está planteado como un recopilatorio de entrevistas y testimonios, encargado por la Comisión de Postguerra de Naciones Unidas, a una selección de supervivientes de un pretendido holocausto zombi en nuestro mundo. A través de estos relatos, ordenados cronológicamente, se nos relata como el virus hace acto de presencia con sus primeros brotes en los territorios asiáticos, donde se localiza al llamado "paciente cero", como este se va extendiendo ante la pasividad de los gobiernos que intentan de primeras rentabilizar económicamente y políticamente el suceso y como el desastre llega a tal magnitud que asola todo el planeta dejando millones de muertos, reanimados en su mayoría, y la cruda guerra mundial que tienen que enfrentar los supervivientes. Todo ello repleto de un potente "factor humano".

Pocas obras, incluyendo en este caso las cinematográficas, que se han adentrado en la temática zombi han mostrado un retablo tan global y contundente como el que realiza Max Brooks en Guerra Mundial Z, y no por la capacidad crítica de la obra, que también la tiene, sino por todo lo que intenta abarcar. En las historias de terror clásicas la figura del zombi ha sido utilizada redundantemente como desencadenante de la acción al mismo tiempo que sirve como recurso reiterativo pero secundario de la trama, son los supervivientes los que acaparan la atención, y eso ha sido la constante en el género. A menudo, o normalmente, son también pequeños relatos locales o cosmopolitas, en un terreno postapocalíptico, sobre un grupo de personas de personalidades dispares que se encuentran en una situación límite y desconectadas de un mundo del que no tenemos más datos. En Guerra Mundial Z, no obstante, aunque la estructura se repite Max Brooks, consciente de los tópicos recurrentes del género, se atreve a hacer un repaso total, una visión global sobre un mundo que se encuentra amenazado con extinguirse por nuestra propia obstinación e ignorancia y en el que necesariamente todo tiene que cambiar de una manera radical para que exista una posibilidad a la humanidad.

Es este "pequeño" concepto, esa visión globalizada del suceso, lo que diferencia a Guerra Mundial Z de otras obras, y que permite a Max Brooks desarrollar el aspecto más interesante quizá del libro que no es otro que la sátira y la crítica social respecto a los poderes establecidos, a los gobiernos y regímenes del mundo y el análisis más profundo de la mentalidad humana. La mayoría de obras precedentes, ya desde La Noche de los Muertos Vivientes de George A. Romero, se conformaban, que no es poco, con aplicar la métafora hobbiana del ser humano, convertido en lobo para el propio hombre, y la crítica siempre punzante a la ineptitud de los organismos militares que seguramente tiene su origen en el fiasco de la Guerra de Vietnam. Sólo el propio George A. Romero ha intentado, como padre de las criaturas, llevar un poco más allá el concepto en estos años como se puede ver ya en El Amanecer de los Muertos de 1978, donde ya echaba el ojo sobre el consumismo desaforado de la sociedad occidental, siendo el remake con el mismo título de Zack Snyder de 2004, no obstante, superior en muchos aspectos. También se podría citar la más reciente Diario de los Muertos de 2008 donde el veterano director realiza una abierta crítica a los medios de comunicación de hoy en día o la fallida La Tierra de los Muertos Vivientes donde también apuntaba males como el abuso de poder y la división de clases que este suele conllevar. Productos estos muy por encima de las aportaciones al género del nuevo siglo que han hecho películas como 28 Días Después de Danny Boyle que se quedan en lo puramente estético.

En Guerra Mundial Z encontramos testimonios, con una intervención mínima del supuesto entrevistador, que reflejan las opiniones de diversos sectores sociales y de diferentes países en conflicto. Observamos el maniqueísmo de las clases dirigentes, sobre todo la estadounidense, la hipocresía de las empresas farmaceúticas y otras empresas privadas, la manipulación de los medios de comunicación, lo absurdo de la fiebre consumista o la impotencia de los ejércitos que no se encuentran preparados para un conflicto con un enemigo que no imaginaban y que, irónicamente, les obliga a desprenderse de su tecnología más puntera para alcanzar el éxito. Y es que la falta de humanidad del enemigo es un factor que se les pasa por alto dejando claro además las inutilidades de las industrias armamentísticas de los paises más desarrollados y del insistente belicismo estadounidense. Vemos también la arrogancia de los poderosos y la bestialidad, el salvajismo, al que puede llegar el ser humano y los sacrificios que se tendrán que hacer para superar la crisis, el Plan Redeker, pero también se destacan diversos episodios de superación personal, épicos y heroicos, que equilibran los dos lados de la balanza. Todo lo que relata Max Brooks en la obra resulta escalofriantemente pausible y ese es uno de sus grandes aciertos de una lectura que, por otro lado, se hace adictiva pese a los altibajos que pueda tener dependiendo de mayor o menor interés de los testimonios recopilados y definidos por su autor.

El libro se divide en diversos capítulos, con nombres tan llamativos como Cambiando la Marea, El Gran Pánico o Culpa, que detallan diferentes episodios del conflicto en múltiples escenarios a lo largo del planeta desde territorios estadounidenses como Texas o Denver, donde tiene lugar uno de los primeros conflictos bélicos, la Batalla de Yonkers, a zonas como Tel Aviv, Barbados, Kioto, Pekín Québec o la mismísima Estación Internacional. Max Brooks hace el esfuerzo de retratar con fidelidad las diferentes culturas a la que representan los entrevistados y de dar cierta coherencia a sus acciones teniendo este punto en cuenta. Guerra Mundial Z nos habla de una sociedad tocada de muerte, que aún en la adversidad es incapaz de desprenderse de sus rencores y sus odios, de su tendencia al individualismo, el "show business" y el poder y que a pesar de encontrarse en la cumbre de su civilización la ignorancia sigue siendo un factor característico de su filosofía. Un libro, en definitiva, ameno, terriblemente cercano con nuestro día a día, que explota muy bien los recursos más habituales de la serie b ciñiendose, por otro lado, a los cánones más clásicos del género. Max Brooks sale airoso del experimento ofreciendo a cambio una obra fresca, literatura rápida, que los aficionados devorarán con interés.


Ver también:

Guerra Mundial Z en La Piedra de Sísifo

Artículos relacionados:

La SubCultura Zombie -El Muerto Viviente del Siglo XXI-

6 de septiembre de 2009

Reflexiones y Citas "Extraordinarias"


"No estoy completamente seguro de que haya sido una compra sabia, pero Disney es el negocio de las marcas y la marca Marvel es una de las más grandes del mundo."

Marv Wolfman, antiguo editor jefe de Marvel y guionista de cómics.

1 de septiembre de 2009

-Invencible: Mi Marciano Favorito de Robert Kirkman y Ryan Ottley-

¡Atención posibilidad de spoilers cercana a lo anecdótico!

Finalmente Aleta Ediciones y Dolmen Editorial se han puesto las pilas y volvemos a tener nuestra ración de Invencible disponible en nuestras tiendas habituales. El que supone el tomo diez de la colección lleva por título Mi Marciano Favorito en referencia a la serie de televisión de la CBS de los años 70 que protagonizaban Ray Walston y Bill Bixby. De hecho, todos los títulos de los tomos recopilatorios de Invencible, si prestamos atención, son guiños a series de televisión estadounidenses más o menos conocidas por estos lares. Las clásicas comedias de risas enlatadas como Con Ocho Basta o Tres Son Multitud sirven a Robert Kirkman para indicarnos que su serie no es más que una comedia de enredo con viñetas en vez de fotogramas pero adictiva y entretenida como pocas. Especial mención para la serie Family Matters, aquí conocida como Cosas de Casa, que sirvió de título para el primer recopilatorio en Estados Unidos. Y es que además en las páginas de Invencible podemos encontrar un personaje directamente inspirado en el Carl Winslow (Reginald VelJohnson) de la serie de televisión. Aquél orondo policia de familia que sufría capítulo tras capítulo la presencia de su irritante vecino Steve Urkel (Jaleel White). Dicho personaje "interpreta" en la serie de Robert Kirkman al director de la universidad a la que asiste Mark Grayson y que aparece de nuevo en este tomo después de un tiempo de ausencia para sermonearle un poco.

Respecto al tomo ahora auspiciado por Dolmen Editorial se ha decidido mantener una edición continuista con lo que Aleta Ediciones había venido haciendo hasta ahora y en la que la única novedad es el baño de las portadas que dejan de ser mates para adquirir un tono brillante más atractivo a la vista. Dentro encontramos una nueva introducción, esta vez del propio dibujante Ryan Ottley, y los habituales extras comentados por Robert Kirkman de los anteriores tomos. En estos también participa esta vez el mencionado Ryan Ottley cuyo trabajo en la serie es simplemente para quitarse el sombrero. Su estilo cartoon, deudor de lo que ya hiciera Cory Walker en los primeros números de la serie, es cada vez más detallado y rico en matices encajando perfectamente en el tono de la serie, compenetrándose a la perfección con los guiones de Robert Kirkman y convirtiéndose en una parte importante del atractivo de estos. Por todo ello Invencible, no decimos nada nuevo, es una serie que ha recuperado el espíritu de los cómics de superhéroes de la Edad de Plata y que a la vez ha sabido actualizarse con los tiempos que corren creando un producto ligero pero entretenido y sencillo a la vez que impactante. Llegando allí donde obras como el All Star Superman de Grant Morrison y Frank Quitely sólo han intuido y superando a otras buenas propuestas, aunque más "endogámicas", como el Tom Strong del siempre magnífico Alan Moore o la reciente The Umbrella Academy de Gerard Way y Gabriel Bá.

En este tomo Robert Kirkman desarolla dos de las tramas secundarias que llevaban ya tiempo presentes en la serie y en la que apenas se habían producido avances. Una es la historia relacionada con los Reanimen, las creaciones cibernéticas del mad doctor D.A. Sinclair, que parece un guiño al también doctor Herbert West creado por H.P. Lovecraft en una serie de relatos cortos e inmortalizado por el actor Jeffrey Combs en las películas de la saga Re-Animator. Esta historia se desarrolla en los primeros números del tomo con una conclusión inquietante que permite abrir una nueva trama secundaria que se venía intuyendo en los últimos números y relacionada con el mecenas de Invencible Cecil Steadman y su Global Defense Agency que promete dar mucho juego en un futuro cercano. Esta trama enlaza directamente con la segunda parte del tomo donde Invencible y Los Guardianes de la Tierra tienen que hacer frente a una invasión alienígena marciana que no es otra que la protagonizada por los llamados calamáridos con los que el personaje ya tuvo sus primeras desavenencias en su primera visita a Marte. En este caso, estos pequeños aliens que necesitan de huéspedes a los que controlar para poder desarrollar su conciencia, su "unimente", recuerdan al imbatible enemigo de Spider-man, Venom, creado por David Michelinie y el actualmente empresario Todd McFarlane en la década de los 80.


El estilo de Robert Kirkman es por ello inconfundible y consiste siempre en coger algo ya existente y darle un nuevo enfoque y sin contar nada nuevo hacer que lo parezca por la frescura y fluidez de sus guiones. A ello contribuye, en este caso, la labor de Ryan Ottley y el color tan expresivo que imprime Bill Crabtree al conjunto. A todo esto una de las señas de indentidad de la serie es, sin duda, su colorido gore y su tratamiento de la violencia de una forma exagerada, propia a veces más de los dibujos animados o del manga que del cómic estadounidense y que, sin embargo, permite apreciar esta desde un punto de vista estético sin que por ello resulte desmedida y desagradable. Intención esta que si busca Robert Kirkman en su otra gran serie, Los Muertos Vivientes, que pese a estar dibujada en blanco y negro transmite en todo momento una gran crudeza en muchas de las imágenes plasmadas por el fantástico Charlie Adlard. Una y otra serie demuestran que Robert Kirkman es un guionista de excesos, que es participe de la sobreactuación y sabe manejarla como nadie sin caer en lo obvio y gratuito y es por ello, quizá, que sus trabajos en Marvel no hayan acabado de cuajar pues el punto de vista de este autor, aunque cada vez más comercial, surge de la independencia total de sus ideas. Una serie como Invencible, por ello, sería inconcebible en Marvel o DC.

La evolución de la serie sigue su curso y aunque su ritmo, por momentos frenético, sigue siendo el mismo del principio y su tono humorístico y alocado sigue presente es también cierto que la serie parece empezar a tomarse cada vez más en serio a sí misma. El personaje de Mark Grayson que durante muchos números pecaba de ser algo plano cada vez adquiere más complejidad a medida que empieza a comprender que su condición de superhéroe no es tan idílica como él imaginaba de primeras y sobre todo al ser consciente de las consecuencias de su trabajo en su vida privada y sentimental. Este camino es el que quiere seguir Robert Kirkman, prescindiendo de convertirse en un cómic de superhéroes épico al uso como puede parecer en algunos momentos, y se evidencia por el hecho de que, de entre toda la amalgama de personajes secundarios, sólo tienen un cierto peso específico en la trama aquellos ligados sentimentalmente al héroe como son Atom Eve, Amber o su inquebrantable madre. A su alrededor, en pequeñas pinceladas, siempre alejadas del tono más superhéroico de la serie Robert Kirkman empieza a desarrollar la historia de personajes como Robot y Monster Girl o Rex Explode que hacen más interesante el conjunto. Todo ello hace que a día de hoy aún podamos afirmar sin temor a equivocarnos que la serie tiene cuerda aún para rato y sigue siendo de lo mejor del panorama actual en el mundillo del cómic de superhéroes.


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El Asombroso Hombre-Lobo