¡Teletranspórtame, Scotty!La de veces que había escuchado citada esa frase fuera de contexto, incluso en más de una película, sin comprender realmente su verdadero significado. Resulta que nunca me han llamado mucho la atención las películas u historias sobre naves espaciales, guerras intergalácticas, el espacio como única frontera y la ciencia-ficción de refente pulp que es donde yo englobo sagas como Star Wars o la propia Star Trek. De esta última me tengo que declarar como un total desconocedor, una saga a la que nunca me he acercado, salvo en sus referencias más puramente culturales. Dicho esto no quiero decir que cada cierto tiempo, o puntualmente, pueda encontrar cosas buenas en estos títulos y disfrutarlos como puro entretenimiento si la historia se entrega a ello. Como muchos, a juzgar por las reacciones en internet, Star Trek (2009) es una película que nos llamó la atención a muchos, ya desde sus primeros trailers, que como yo no tienen un gran conocimiento del mundo trekkie.
Ese ha sido el gran acierto de J.J. Abrams: saber hacer llamativa una saga que lleva viva más de 40 años para las nuevas generaciones. El segundo acierto: realizar una película entretenida y fresca como ya pocas veces abundan en este tipo de superproducciones que suelen naufragar en un mar de efectos especiales, de clichés y tópicos y malos guiones. Y es que lo que antaño se llamaba cine de aventuras hoy prácticamente ha desaparecido y lo que nos queda son los ecos de su acción. Pero en el caso de Star Trek, sin ser un producto redondo, estas cosas se dejan a un lado porque por momentos me ha hecho recordar ese tipo de aventuras de antaño donde el protagonista siempre se encontraba en movimientos: luchando ahora contra monstruos, huyendo de un ejército de enemigos, siendo embrujado por el camino y todo lo que diese de sí la imaginación del guionista de turno. Hablo de títulos como la trilogía original de Indiana Jones, Golpe en la Pequeña China o Willow (que aunque no sea santo de mi devoción es de reconocer que es una película de culto).
Lo primero que pensé mientras estaba viendo la nueva película de J.J. Abrams, director y creador del que espero más en el futuro, sobre todo en su primera parte, es que me recordaba a El Juego de Ender de Orson Scott Card. Luego reflexioné y la lógica me dijo que seguramente era El Juego de Ender quién estaba influído por las antiguas películas y series de Star Trek. Luego deje de pensar y me decidí simplemente a disfrutar de la película. Esta nueva película de la saga, la que sería Star Trek XI, es un reinicio en toda regla de las historas de la Enterprise que, a su vez, funciona de precuela. Este intento de satisfacer a los veteranos y al nuevo público es loable, a pesar de que suele dar como resultado malos experimentos, en este caso funciona en gran medida. La película esta llena de referencias y homenajes, más o menos sútiles, a la historia de la saga que los veteranos lo agradecerán (o no) y los nuevos espectadores pueden disfrutar sin más del metraje. Si a eso añadimos unos personajes carismáticos, interpretados con fuerza por actores de nuevo cuño como Chris Pine en su rol de el Capitán Kirk, Zachary Quinto como Spock o Karl Urban como el Dr. Leonard McCoy (con un reparto en general con bastante química), un humor fresco con algún momento hilarante, filosofía muy ligera, viajes en tiempo, acción trepidante y una atractiva propuesta visual, Star Trek no defrauda.
La banda sonora de Michael Giacchino consigue lo que toda banda sonora debe conseguir en una película de estas características: realza las virtudes de la película y enmarca las mejores escenas de esta. La "starwarización" en ciertos aspectos de la historia son evidentes, incluso más allá de algún guiño pasajero, por su "huída" hacía la espectacularidad y la simplificación de la carga metafísica respecto de películas anteriores. Aquí el conflicto de los personajes suele ser más moral y personal. Y aun así Star Trek es un logro allí donde la última nueva trilogía de George Lucas acostumbraba a caer en un popurrí de efectos especiales vacios y sin alma (a excepción de La Venganza del Sith). Y eso que, en el caso de Star Trek, la saga carga con un puñado de películas e historia a sus espaldas que podría haber sido un lastre para los guionistas. Aunque el producto se puede mejorar, la actualización, hoy por hoy, es correcta y efectiva. Siempre se puede pedir más: Eric Bana como villano no tiene la relevancia que debería tener, faltan algunos momentos de pausa entre tanta acción trepidante o se podría haber aprovechado más algunas situaciones que daban más juego pero que se resuelven demasiado apresuradamente. Pero, en definitiva, podemos desearle a esta nueva refundación de Star Trek sólo una cosa: ¡Larga vida y prosperidad!
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