Unos años después, en las páginas finales de aquel cómic, pude captar el homenaje que la historia hacía a una historia clásica del personaje que por entonces, por supuesto, desconocía. Basta de Hacer el Héroe, como se llamaba aquel capítulo, era un guiño al mítico número 33 de la etapa clásica de Stan Lee y Steve Dikto que tenía por título, precisamente, Capítulo Final. En este, Peter Parker, dirigiéndose al lector, lo dejaba muy claro en aquel momento: "Se acabó. ¡Por fín! Ya no más trepar muros y lanzar redes. Mi época como tu superhéroe, amigo y vecino ha pasado a la historia. El futuro es ahora de Ben Reilly". De haber leído esa historia hoy podría haber relacionado esa historia inmediatamente con el número 50 de serie clásica que crearon Stan Lee y Romita Sr. que, también con título rimbobante, anunciaba El Fín de Spider-man. La misma historia, en esencia, que Sam Raimi contaría bastantes años después en la segunda parte de adaptación moderna de Spider-man a la gran pantalla.
El caso es que Peter Parker le ofrecía su traje a Ben Reilly, mientras yo maldecía el haber llegado sólo para asistir al final de aquella serie, pero Ben Reilly lo rechazaría. "Voy a asumir la responsabilidad, pero no me he ganado el traje" le diría en aquel momento a su más que hermano. Peter Parker, clon o no, se retiraba. Iba a ser padre y tenía la más grande responsabilidad entre manos. Ben Reilly era el nuevo Spider-man (como rezaría luego en los propios tomos que publicaría Forum). Aquello era una commoción para mí así que no podía imaginar que pensaría un fan de toda la vida del personaje aunque me hubiese encantado encontrar a alguno de ellos entonces y que me lo dijese. Recuerdo que me tuve que conformar con perseguir a mis amigos de casi toda la vida, que de cómics andaban igual de pez que yo, al grito de "¡Tío, Spider-man ya no es Spider-man!" pero reaccionaban con indiferencia o sin saber que responder mientras esperaban pacientes mientras les contaba la historia que había leído de principio a fín con todo mi entusiasmo.
No pude continuar con la serie durante mucho tiempo. No porque no lo desease sino porque, simplemente, el tema económico no me lo permitía. Pero la chispa ya había saltado. Poco después empecé a hacerme con material antiguo y compraba la serie regular cuando podía. Leí historias clásicas como la muerte de Harry Osborn, las primeras apariciones de Veneno y Matanza, historias como Triumfo y Tragedia o La muerte de Gwen Stacy. Tiempo después pude leer la etapa clásica de Stan Lee y Romita Sr. antes mencionada y posteriormente los números originales con Steve Dikto, pude recuperar cómics de la ya pasada Saga del Clon y leer algunas de las mejores historias del personaje como La Última Cacería de Kraven o la emotiva El Chico que Coleccionaba a Spider-man. Hasta la actualidad en la que, después de unas etapas bastantes malas, ese recién llegado que era J.M. Straczynski volvía a hacerme ilusionar con el personaje. Y luego llegaría la oscuridad, ese nuevo día editorial que marca el devenir de la serie hoy en día, donde ese Spider-man se acabó rindiendo, ya no quería seguir luchando, y pactando con el mismo diablo.
Y entre medias de todo aquello leí los últimos capítulos de la famosa Saga del Clon en las cuales se producía un nuevo giro: ¡Peter Parker no era el clon y todo era obra de Norma Osborn! Aunque me tendría que haber parecido un giro previsible la verdad es que aquel broche me pareció perfecto para la historia que durante tanto tiempo habían ido barajando los guionistas de la Casa de las Ideas. Aún así, ver morir a Ben Reilly no me gustó, fue algo que me entristeció pues, de alguna forma, yo había empezado a conocer e interesarme en Spider-man gracias a él. Aquel día que entre en una tienda, sin buscar nada en concreto, y salí con un cómic en cuya portada se encontraba aquel Spider-man tan extraño. Aquel día en que comprendí que los héroes sufren de verdad y que siempre hay que darlo todo pues nunca se sabe donde puede que encuentres, algún día, algo que no esperabas que te cambiase la vida. Lo demás es querer aferrarse demasiado a la realidad.
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