8 de mayo de 2009

-Superman: Hijo Rojo de Mark Millar y Dave Johnson- Una Distopía Superheroica-


"¡Ciudadanos! Saludad todos a nuestro camarada de acero
¡y la utopía del obrero!"

Superman es un icono que ha trascendido el mundo del cómic para convertirse en una idea, en un concepto y una paradoja de lo que representa nuestra propia humanidad y hacía donde se dirige. De ello se pueden desprender mil lecturas diferentes e interpretaciones según la perspectiva desde la cual se mire. Superman, como los dioses de la antigüedad, dice mucho de nosotros mismos y, en ocasiones, algunas obras saben ver este potencial metafórico y se sirven de todo él para, más allá de entretenernos, hacernos pensar. Superman: Hijo Rojo es una de esas historias. La premisa de Mark Millar, un "what if" que plantea la posibilidad de un Superman que en vez de defender el ideal estadounidense, su way of life y su capitalismo, fuese el abanderado comunista de la antigua Unión Sovietica, es una idea que no cae en saco roto ni resulta gratuita como muchas veces ha ocurrido con historias parecidas. Publicada en 2003, bajo el sello de DC Elseworlds, pronto se ha hecho un hueco en el imaginario del personaje y en el catalogo de las mejores historias publicadas del mismo.

Superman: Hijo Rojo se sitúa en los años 50 durante la denominada Guerra Fría. Un marco recurrente para contar historias "con mensaje" sobre superhéroes desde que Alan Moore y David Gibbons lo pusiesen de moda en su Watchmen. La mención no es tampoco gratuita. Superman: Hijo Rojo bebe mucho de las ideas planteadas por el mago de Northampton en su obra magna y pequeños "huecos" que en ella pudo ver Mark Millar. El Superman que retrata Mark Millar en esta obra juega un papel muy parecido al que el Dr. Manhattan jugaba en Watchmen, compartiendo su configuración casi divina, salvo por un principio crucial: el Superman de Mark Millar se implica en su idea de humanidad, de forma directa, y se siente en la necesidad de formar parte de esta al contrario que ocurría con el Dr. Manhattan de Alan Moore que se sentía alieno a todo lo humano. Mark Millar, de esta manera, como ya hiciese Alan Moore, nos explica como podría cambiar el mundo bajo la acción de un sujeto con poderes más allá de lo concebible.

En el otro lado de la ecuación, Lex Luthor, el archienemigo recurrente de Superman, se presenta aquí como un humanista y benefactor de la raza humana. Una visión del villano que ya se ha plasmado en obras como Lex Luthor: Hombre de Acero de Brian Azzarello donde este indagaba en la mentalidad de este personaje a la vez que se servía de un fino simbolismo superhéroico. El Lex Luthor de Mark Millar, siguiendo ligeramente este planteamiento, se presenta, cual Ozymandias, como el hombre más inteligente del mundo. Un personaje que vive para resolver problemas y que ve a Superman como "tan solo otro problema." Lex Luthor es el representante de unos Estados Unidos que, sin la sombra de Superman, languidece bajo el peso de su sistema capitalista mientras el ideal comunista representado ahora por un superhombre, Superman, se va imponiendo por el mundo entero. Como el propio Stalin llega a decir en algún momento del cómic a Superman le habían criado para creer en lo que el dictador representa y "hacer que Rusia se sienta tan idestructible como él". Stalin consigue así algo más que un símbolo: un ideal viviente.

Superman acaba convirtiendo en real la utopía obrera pese a que el cómic juega también con la idea opuesta: por su propia esencia Superman es la prueba real de que todos los hombres no son creados iguales y, por tanto, la corrupción de la doctrina marxista. Bajo el liderazgo de Superman la utopía se consolida: no existe el dolor, no existe el crimen, no ocurren accidentes y no hay hambre en el mundo. Pasamos de una revisión histórica a un marco de auténtica novela de ciencia-ficción distópica, que se asienta ahora en los años 70, muy en la línea de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley y no tanto del 1984 de George Orwell ya que Superman no impone sus ideas a través de la violencia -a pesar de actuar como un "tangible" Gran Hermano dispuesto a "reconviertir" a los contrarios a su gobierno- sino que espera que sean las ideas y las palabras las que cambien el mundo. Superman no sabe ver que es su propia presencia y sus acciones superheroicas las que marcan el devenir del planeta. Los intentos de Lex Luthor de romper con todo ello, de aspirar a que lo humano contruya su propio camino, caerán en saco roto una y otra vez ante un símbolo tan potente como el que Superman representa. Ante un hombre uniformado "más efectivo que nuestra bomba de hidrógeno".


"¿Quién te crees que eres, volando por ahí y vistiendo nuestra bandera? ¿Cómo pueden considerarte un símbolo de todo en lo que creemos si ni siquiera eres de este planeta? Eres lo contrario de la doctrina marxista, Superman. La prueba viviente de que no todos los hombres son creados iguales."

Pyotr Roslov a Superman



"Les ofrecía una utopía, pero luchaban por su derecho a vivir en el infierno"
llegará a decir Superman incapaz de comprender la mentalidad humana. Y no hay más fiel reflejo de ello que la lucha que mantendrá con la peor de sus némesis en este cómic: Batman (otro personaje con un gran potencial simbólico). Aquí Batman, al contrario que en las encarnaciones tradicionales del personaje, es incapaz de diferenciar entre justicia y venganza y es esta la única que le mueve en todo momento. Batman lucha contra el régimen de Superman que se consolidó durante el gobierno de Stalin, durante el cual sus padres fueron asesinados por oponerse a este, y que se caracterizó por sus desmanes y represión. Batman se sirve del terrorismo, de la anarquía y el caos como armas para quebrar al tirano que ve en Superman, que no sólo legitimiza a Stalin sino que le supera, y que trata a las personas según él como juguetes o mascotas. La lucha de Batman, aún después de la muerte, se convertirá en un símbolo, "en el lado oscuro del sueño soviético", tan poderoso como el de la propia utopía de Superman que, no obstante, sólo se quebrará cuando la propia fé de Superman lo haga.

Mark Millar es lo suficientemente hábil para contar una historia atípica, donde predominan los grises, superponiéndose a la tentación de hacer un alegato anti-comunista o ensalzar a un bando en detrimento de otro. No es fácil diferenciar quién realmente tiene la razón o quién es el villano en Superman: Hijo Rojo. El autor intenta situarse en un interesante punto intermedio a pesar de ser Superman el propio narrador de la historia en gran parte de los momentos más cruciales. El hecho de servirse de figuras históricas (curioso, por ejemplo, ese J.F.Kennedy desprovisto de su actual aura idealizada) o de hechos reales (incluídas "leyendas urbanas" como la de Roswell) junto a los cameos, bien pensados todos, de muchos de los personajes habituales de la DC conforman un aliciente a la lectura que la lleva un poco más allá del entretenimiento más simple. Podemos encontrar, de esta manera, a Jimmy Olsen como agente del gobierno de los Estados Unidos, a Louis Lane que aquí resulta ser la mujer de Lex Luthor, a Flecha Verde trabajando en el Daily Planet (que representa el papel de un Clark Kent ausente en esta historia por motivos obvios) o villanos como Brainiac o el mencionado Lex Luthor así como muchos otros además de guiños a la propia historia de Superman como La Ciudad Embotellada de Kandor que aquí resulta ser La Ciudad Embotellada de Stalingrado.

La estructura del cómic se divide en tres partes con los llamativos nombres de: El Amanecer del Hijo Rojo centrada en presentarnos a Superman y su relación con el mundo de los años 50, El Apogeo del Hijo Rojo en la que se nos relata -ya en los años 70- la llegada de Superman al poder y su insistente persecución de la utopía y, como no, El Ocaso del Hijo Rojo, a partir del año 2000, donde asistimos a la caída de un ideal y lo que ocurre a raíz de ello. Destaca también el final (o finales) ideado por Mark Millar, que parte al parecer de una idea de Grant Morrison, pretendidamente optimista, que resulta en toda una paradoja futurista muy propia de la ciencia-ficción y de las fábulas políticas. El dibujo de Dave Johnson y Killiam Plunkett quizá no sea lo mejor del cómic pero es agradable a la vista y consiguen meternos en situación sin desmerecer a la obra en ningún momento. Por lo demás, Superman: Hijo Rojo, es una opción muy interesante para adentrarse en el mundo de Superman o poder ver a este desde otra óptica diferente aunque, sobre todo, para darnos cuenta de la capacidad simbólica y mitológica de unos de los personajes más icónicos del siglo XX.

"Me llamaron soldado, pero esa no era la verdad. Yo jamás fui un soldado. Un soldado siempre sigue órdenes. Un soldado conoce y odia a su enemigo. Un soldado sólo lucha y muere por su propio pueblo... Yo sólo luchaba por lo que era correcto"

Superman

1 comentario:

Musa Ambulante dijo...

Éste me lo compraré cuando acabe la saga de Sin City, así que no me lo prestes (que luego te lo tengo que devolver ;)).

¿Sabes lo que a priori le encuentro yo raro a todo el planteamiento? Que Stalin permitiera la existencia de una figura que pudiera ensombrecerle. ¿Y Lenin qué? Porque vamos, el aura de Lenin se perpetuó a lo largo de la historia de la URSS casi como si se tratase de un Dios, un mesías al que seguir a pies y juntillas.De Lenin no has comentado nada.

Pero bueno, que es ficción, ya se sabe... ;)

MUA!

p.s: Yo creo el negro de Boney M abusaba de los estupefacientes.

p.S.2: Mete en el Spotify "Various Artists - 100 Best Film Classics". Mola...