"Las cosas mejorarán cuando todo el mundo haya desaparecido
¿Desaparecerán todos?
Seguro que sí.
¿Mejor para quién?
Para todos."
La prosa de Cormac McCarthy es simple, contudente y limpia de artificios gratuitos pero goza, no obstante, de una melancólica y reflexiva poética que en cierta manera alivia la crudeza del relato a la vez que lo transforma en una fábula que se atreve a hablarnos de humanidad y de miedo. Y es que La Carretera funciona perfectamente dentro del género de terror, sin pertenecer realmente a él, consiguiendo su autor dotar a la obra con unos pasajes angustiantes y terroríficos que enganchan al lector en un bucle de acontecimientos, en realidad repetitivos, donde predominan una inquietud y un desasosiego enormemente gráficos. La forma en que los escasos diálogos hacen acto de presencia, entre los dos personajes principales mayormente, acostumbran a ser un debate parco y pretendidamente mal disimulado entre el bien y el mal, entre la inocencia y la muerte, y se integran de forma lacónica en la narración y no como elementos ajenos a ella. De esta manera, Cormac McCarthy, consigue que el impacto sobre lo que se nos cuenta sea aún mayor si cabe. La narración se presenta entrecortada, mostrándose en párrafos más o menos largos, como pedazos de recuerdos de un mundo que los personajes intentan olvidar a medida que avanzan por la carretera pero que les golpea una y otra vez con toda su crudeza en un infierno donde incluso el mar ha perdido su característico tono azul.
Por su tono y su propuesta, la referencia obligada es compararla con el clásico de ciencia-ficción Soy Leyenda de Richard Matheson, siendo La Carretera, no obstante, aún más "hiriente" y desoladora. La novela de Richard Matheson, pese a lo desesperanzador del relato, se adentra más en la ciencia-ficción lo que resulta, realmente, una bocanada de aire fresco respecto a la tragedia que nos cuenta mientras que en la novela de Cormac McCarthy predomina un tono opresivo y brutalmente realista que es imposible de eludir. Cierto diálogo a mediados de la obra parece realizar un guiño directo a la novela de Richard Matheson: "¿Cómo lo sabría si fuese el último hombre sobre la Tierra?" pregunta el personaje del hombre a uno de los pocos secundarios de la novela con los que entabla conversación a lo que este responde "No creo que pudiera saberlo. Lo sería y ya está". Diálogos parcos y concretos, incluso más que el expuesto, son los que encontramos a lo largo de toda la historia y reflejan la desgana y la falta de fuerzas de los personajes respecto a su "monótono" día a día. El retrato de la condición humana que hace Cormac McCarthy es desalentador y el viaje de los personajes, a lo largo de un territorio siempre hóstil, nos plantea muchas preguntas a las que el autor evita dar respuestas favoreciendo así la imaginación del lector. Indicativo de esto es, por ejemplo, cuando el niño pregunta al padre que pasó, a propósito del desastre que asoló el mundo, a lo que el hombre simplemente contesta con un "No lo sé exactamente. Es una buena pregunta".
En el caso del padre su viaje iniciático es casi un viaje retrospectivo, de añoranza por un pasado casi olvidado, del que cuenta historias a su hijo que nunca lo ha conocido intentando de esta manera preservar su bondad, pese a que sus acciones desconcierten más de una vez al niño por lo contradictorias de estas. El niño actúa como la voz de la conciencia del hombre, hasta cierto punto es su brújula moral, siempre cuestionando sus acciones y analizando todo lo que pasa a su alrededor. En uno de los momentos del relato el hombre se ofrecerá a contarle un cuento al niño a lo que este responderá con poco estusiamo que "Esos cuentos no son verdad" añadiendo luego que en ellos "siempre estamos ayudando a gente y nosotros no ayudamos a la gente". La realidad es demasiado dolorosa como para poder enmascararla y la tendencia al nihilismo parece la única salida posible aunque Cormac McCarthy dota al personaje del niño de una especie de religiosidad innata que se entremezcla con la identificación, casi en clave de tintes de fábula prehistórica, con el rito pagano, por así decirlo, de los portadores del fuego que será un coletilla recurrente en las conversaciones entre los dos personajes. El hombre se identifica, e identifica a su hijo, con lo único bueno que queda en el mundo poniendo en duda que vayan a encontrar más "de los buenos en la carretera".
La carretera, omnipresente durante todo el relato, parece ser el único rastro de civilización que reconocen los personajes y lo único, en un mundo carente de vida, que siempre perdura. La carretera parece llevarles de camino a su propio destino que se antoja en todo momento fatal y que desde el principio de la novela Cormac McCarthy nos lo ha dictado dejando claro que no puede ser otro. Revelador es, antes del final, cuando el personaje del hombre consuela al niño diciéndole que "La bondad encontrará al niño, así ha sido siempre y así volverá a ser". Y el niño le cree, pues como le responde en cierto momento, "Tengo que creerte". Conforma con estas pinceladas el autor una épica historia de amor paternofilial que habla sobre el futuro y el legado que las generaciones precendentes pueden dejar a las que vendrán después. Aunque el debate sobre la relación del ser humano y el medio pueda pasar desapercibido debido a la fuerte carga sentimental de un relato tan íntimo, casi onírico en ocasiones, estas ideas parecen impregnar cada página del relato. De esta manera, la correspondencia del lector con los personajes, es instantánea y dejando una huella bastante remarcable ante lo que cuenta y cómo lo cuenta su autor. La Carretera, en definitiva, es una obra muy recomendable, de lectura ágil y agradecida, que nos permite reflexionar y emocionarnos a partes iguales con una historia y sobre un tema sobre la que siempre conviene volver de vez en cuando para recordar quiénes somos.
Ver también:
La Carretera de Cormac McCarthy en La Piedra de Sísifo
5 comentarios:
Me he estado dando una vuelta por el blog y es muy interesante.
Excepcional reseña, si señor. Poco más tengo que decir: Brutal y desgarradora novela, que te atrapa y no te suelta hasta que la terminas.
Esperemos que la adaptación cinematográfica le haga justicia.
Ésta tengo que leerla, pero en inglés ;) Tiene muy buena pinta. Y eso de la prosa sin artificios gratuitos a mí me gusta mucho.
Tendríamos que quedar para hacer un café... Que ya he terminado exámenes y te pongo al día de mis desastres ;)
Un beso!
Maravillosa novela pero el resto de la producción de McCarthy no le va a la zaga. Ya veremos qué tal la adaptación cinematográfica.
Impacientes Saludos.
Es una obra maestra con mayúsculas, y con todo hay algo en este libro que no acaba de convencerme. El estilo me resulta contradictorio. Por una parte me parece genial la forma de los diálogos (sin decir qué personaje habla, directos, breves); por otra parte, esa sencillez a veces resulta algo tosca. Es curioso que se lea rápido, por la sencillez del estilo, pero el ritmo sea lento y repetitivo. Estoy deseando ver la adaptación, pero no creo que sea un trabajo fácil, seguro que inventan muchas cosas que no están en el libro, porque la continua introspección hace que en muchas páginas no ocurra nada. La verdad es que me encantó y que estoy deseando leerme No es país para viejos, porque he visto que el estilo es muy parecido.
Un gran libro de un grandísimo escritor.
Saludos
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