¡Atención posiblemente se hayan colado unos malditos spoilers!
"Érase una vez...
en la Francia ocupada por los nazis."
en la Francia ocupada por los nazis."
Si se tiene cierta noción e idea del cine que ha venido haciendo Quentin Tarantino desde su ópera prima, Reservoir Dogs, entonces no nos cogerá muy desprevenidos la propuesta del director estadounidense en su última película: Inglorius Basterds. Es fácil reconocer a estas alturas las señas de identidad de este director empeñado en la subversión de los géneros que toca y en su reivindicación del cine en mayúsculas de toda tendencia y procendencia. La importancia que el diálogo -por encima de la acción- tiene en todas sus películas lo cual, por cierto, se agradece en el efectista y estético cine contemporáneo de hoy en día. Es también habitual en sus obras el amasijo de elementos y de referencias aparentemente discordantes con una narrativa que extrapola características propias de la novela, del cómic o incluso de la música que suele ser un personaje más en sus proyectos. Sus juegos visuales de cara a la galería y su, en ocasiones, violencia gráfica que, no obstante, no juega un papel tan importante en sus films como pueda parecer de primeras. Quentin Tarantino acostumbra con sus propuestas a proponer un "juego" al público, casi un acertijo, al que hay que saber entrar y dejarse seducir. Este estilo, no obstante, también implica la habilidad del director para saberse hacer entender y mantener la atención del público (cosa que no consiguió, por ejemplo, con Jackie Brown o con su colaboración en Grindhouse con Death Proof).
Se puede decir que Quentin Tarantino se recrea en sus proyectos, en los diferentes y variados géneros cinematográficos que toca, en subvertir los cánones establecidos por el cine más convencional. De esta manera hace evolucionar, hacia lugares poco explorados con anteriodidad, sus atípicas historias donde, en menor o mayor medida, siempre tiene cabida la venganza. Ya lo hizo con el género policiaco en Reservoir Dogs y Pulp Fiction o con Death Proof bordeando el thriller y el terror y lo vuelve a hacer, en esta ocasión, dentro del género bélico con Inglorius Basterds. En este caso Quentin Tarantino nos presenta una película bélica pero sin grandes batallas, sin la épica más propia y predecible del género que lo ha configurado como tal, sino que intenta contar algo nuevo desde otra perspectiva. Por ello en Inglorius Basterds encontramos, por ejemplo, a judíos masacrando nazis y ejerciendo con crudeza su venganza, a soldados nazis que no son simples armas de matar deshumanizadas que arreglan todo por la fuerza sino que gozan de cierta complejidad en sus personalidades, la visión en clave casi de parodia de los dirigentes nazis que acostumbran a presentarse en otras películas de una forma "terriblemente respetuosa" y formal o un eje central de la trama que se centra en el cine dentro del cine y no en el más crudo horror de la guerra.
Inglorius Basterds es, como ya pasaba en Pulp Fiction y Kill Bill, un "conglomerado" de personajes cuyas historias se entrelazan a través de los capítulos en que se divide la película. En este caso son dos las historias que se entrecruzan en la trama, que transcurre en gran medida de una forma lineal exceptuando algunos flashbacks y algunos otros recursos tarantinescos, y que tienen como elemento común la venganza. Por un lado tenemos a teniente Aldo Raine (Brad Pitt) y su tropa de bastardos judíos que dan nombre al film que se dedican a sembrar el terror entre las tropas nazis asentadas en Francia y que se verán envueltos en una trama de espionaje que podría llevarles a acabar con los máximos dirigentes del partido nazi entre los que se incluyen el ministro de propaganda del Tercer Reich Joseph Goebbels y a su líder Adolf Hitler. En la segunda historia seguimos la pista a la única superviviente de la matanza de una familia judía, Shoshanna (interpretada por la actriza francesa Mélanie Laurent), que regenta uno de los cines de la capital en donde se va a representar un pase privado la última película de Joseph Goebbels que tiene por título El Orgullo de la Nación (pequeña película rodada por el director Eli Roth que participa también como actor en el film), circunstancia que Shoshanna aprovechará para ejecutar su venganza. Estas dos historias tienen como elemento aglutinante el personaje del amable y sagaz teniente nazi Landa (magníficamente retratado por el actor austriaco Christopher Waltz) que, por momentos, parece el verdadero protagonista de la historia.
La historia que aquí propone Quentin Tarantino está basada en la película del director italiano Enzo G. Castellari conocida como Aquel maldito tren blindado de 1978 que en Estados Unidos recibió el título de Inglourious Bastards aunque la película del director de Pulp Fiction no es un remake y poco más que el título tiene en común con aquella. La historia puede recordar a títulos del género como Los Doce del Patíbulo, El desafío de las Águilas o Los Cañones de Navarone siendo en este caso aderezada con un marcado estilo spaghetti western que se refleja especialmente en ciertas escenas y, especialmente, en la banda sonora que bebe mucho del trabajo del compositor Ennio Morricone que, de hecho, por falta de tiempo no pudo colaborar más activamente en la película de Quentin Tarantino como en un primer momento estaba previsto. La guerra vista por Quentin Tarantino se acerca más a lo que Stanley Kubrick hizo en 1964 con ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú, por su punto de vista sarcástico y su tratamiento burlesco del tema político, que a una cinta bélica al uso siendo, por supuesto, menos punzante e ideológica que la del difunto cineasta. Quentin Tarantino parece querer realizar un "ensayo" sobre el género bélico, una disección "por contraposición" que elude cualquier tipo rigor histórico, que ni se pretende ni se busca en ningún momento, en la que el mismo cine es el protagonista. La película "mata" el ritmo del metraje de forma consciente para de esta forma llevar al espectador hasta un final catártico, con un final impredecible para una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial, que acaba dando sentido real a todo el conjunto.
Inglorius Basterds, como explicaba el propio Quentin Tarantino al principio del rodaje de esta, es una "visión del campo de batalla sociológico de la época con el racismo y la barbarie de todos los bandos, el bando nazi, el bando americano, los soldados negros y judíos y los franceses", lo que en gran medida aleja la propuesta del maniqueismo, en ocasiones casi necesario, propio del género. Otra de las virtudes y atractivos de la película es el juego de idiomas que se utiliza en ella lo que hace que sea casi obligado su visionado en versión original para apreciar todos los matices lingüísticos que esta tiene y que se pierden con el doblaje. Las escenas cumbre de la película tienen en común la cuestión del idioma como eje aparentemente anecdótico de la trama pero central en el desarrollo de los acontecimientos y la acción de la película. Escenas estas que resultan lo mejor de Quentin Tarantino en las que se realzan sus virtudes y se solapan sus defectos, que tenerlos los tiene, con planos bien llevados y diálogos que se toman su tiempo para encajar en el engranaje global. Si se soporta el ritmo que imprime Quentin Tarantino a sus filmes, se tolera su falta de acción y se consienten sus excesos y caprichos que buscan la anacronía sin disimularlo ni aparentarlo Inglorius Basterds se destapa como un producto original que no deja indiferente y eso, en los tiempos que corren, es más de lo que pueden decir muchos.
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2 comentarios:
Muchísimas gracias por el linkeo y por tenerme en tan buena estima. Todo un honor.
Saludos y felicidades por vuestro post.
Hola hermosa!
Qué más se te puede decir?
Por ejemplo que ya es sabado, 26 de septiembre, las hojas otoñales con sus últimos colores se despiden del veraniego calor y la modorra, empiezan las lluvias más frescas que de costumbre....
bah, eso sería en los tiempos pasados...ahora es un loquero, si no, basta que le preguntemos a....
Jennifer Camacho Montes :))
Besos, hermosa desconocida...
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